Miguel «Angá» Díaz (1961-2006) fue un valioso y prolífico percusionista cubano. Con sus solos explosivos y la creación de cinco toques de conga, «Angá» fue ampliamente aclamado como uno de los grandes congueros del mundo.
Uno de los puntales de la rítmica afrocubana de los últimos tiempos, Angá tocó con una multitud de estrellas de jazz, desde Chucho Valdés, Chick Corea o Steve Coleman, hasta Roy Hargrove, Minino Garay, Chano Domínguez y Herbie Hancock, entre otros.
La afirmación de que era uno de los mejores percusionistas del mundo está avalada por los premios Grammy que obtuvo, su participación en proyectos tan importantes como Buena Vista Social Club y la Afro-Cuban All Stars, y su condición de sideman de genios como Tito Puente, Herbie Hancock, Carlos Santana o Danilo Pérez, además de su pertenencia a formaciones legendarias como Irakere, de acuerdo con Más i Más, la organizadora de sus conciertos en Barcelona.

Padre de tres hijas -la mayor con residencia en Cuba y las dos más pequeñas en París-, Angá no dejó de buscar nuevas formas de expresión musical, experimentando con la fusión estilos diferentes, como jazz, sonidos africanos, rock y hip-hop.
Estaba comprometido con el desarrollo de la conga, rompiendo las barreras tradicionales de la percusión, para introducirlos en ritmos latinos clásicos conservando sus raíces netamente cubanas.
Tocó con varios artistas cubanos, incluyendo Irakere, Afro-Cuban All Stars, Buena Vista Social Club, Omar Sosa, Omara Portuondo, Tata Güines, Rubén González y Orishas.

Por aquel entonces grabó y realizó giras frecuentemente con músicos internacionales como Steve Coleman, Roy Hargrove, Baba Sissoko, Ry Cooder, Pascal Coulon, Mezzadri Malik, Montgomery Buddy, Pascal Coulon y John Patitucci. El viaje musical de Angá fue una búsqueda personal para investigar y crear nuevos sonidos y fusiones rítmicas.
Más que sólo un artista, Angá demostró su compromiso con el desarrollo de su instrumento, de las clases magistrales de enseñanza en varias escuelas y universidades en Norteamérica y toda Europa.
Para el percusionista argentino, residente en París, Minino Garay.
«Es indiscutiblemente uno de los grandes percusionistas de su generación; el más grande de todos. Su muerte me causa una tristeza enorme, como si fuera una historia que no terminó», lamentó Garay, quien no asistirá al entierro este viernes, debido a que ese día dará un concierto en Vance, en el sur de Francia. «Sin duda se lo dedicaré», añadió.

Angá Díaz recibió su educación formal en la Escuela Nacional de Arte en La Habana, Cuba, y tras formar parte de los grupos de jazz latino Opus 13 e Irakere, en los cuales perfeccionó su técnica de tocar congas, se trasladó a Europa, donde se dedicó con ahínco a explorar la fusión de estilos, acercar la música cubana a otras músicas e investigar minuciosamente las relaciones de las polirritmias afrocubanas con la tecnología.
En el verano de 2005, Angá lanzó su primer disco como solista EChu Mingua, que el propio músico calificó de «misa religiosa musical. La música espiritual es cuando se invoca a los espíritus a bajar a la tierra, invitándolos a una fiesta o a hablar con ellos», y es ése «el concepto total del disco».
Transgresor de convenciones, Angá emergió como músico independiente, libre y comprometido con una gran variedad de proyectos, desde el jazz experimental con Steve Coleman y Roy Hargrove, y el hip-hop con los Orishas, hasta su participación en las giras de Omar Sosa, además de participar en numerosos proyectos alternos con músicos de todo el orbe.
La trayectoria musical de Angá fue una búsqueda incansable, cuyo propósito principal fue explorar y crear nuevos sonidos, así como fusiones rítmicas.
Fuente: jornada.com.mx
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