Recientemente, se lanzó la segunda edición de la biografía autorizada de Míster Afinque, titulada Willie Rosario, El Rey del ritmo. Dicha obra es autoría del periodista e investigador musical Robert Téllez M. La publicación de esta segunda edición de Willie Rosario, El Rey del ritmo llegó justo a tiempo para añadirse a la celebración del centenario del líder musical, quien ha logrado mantener su orquesta activa y vigente por más de seis décadas.
Con esta segunda edición, en alianza con nuestro sello editorial, el autor quedó complacido con el tratamiento del contenido y en su apreciación nos dice: «Esta es una obra documental que expone las distintas facetas del maestro Willie Rosario: el ser humano, el hombre de familia, el locutor radial y desde luego el líder de la “Banda que deleita”»
Afortunadamente, durante los cinco años que sucedieron a la publicación del texto original, el maestro Willie Rosario se ha mantenido sumamente activo. Además, desde el 2019, el líder de orquesta ha recibido premios varios; por lo que fue bastante sencillo recopilar datos y fotos que nos permitieron expandir el texto con contenido inédito.
Como periodista e investigador, Téllez se afirma en la importancia del texto mientras aclara: «Este libro también es un aporte a la preservación de la memoria de la salsa, una tarea que requiere un enfoque riguroso, preciso y responsable, asegurando una adecuada documentación para las generaciones presentes y futuras. En mi opinión, la labor de construir esta memoria es un deber inherente para los comunicadores que nos dedicamos a difundir esta expresión musical»
¿Quién es el biógrafo de Míster Afinque?
Etiquetado como “el más que sabe de salsa”, Robert Téllez Moreno es periodista. Dentro del periodismo, se ha destacado en diferentes medios. Dice preferir su faceta como locutor de radio, rama en la que decidió especializarse desde muy niño. Sin embargo, Robert también se ha hecho de un nombre en prensa y ha incursionado en televisión. Concretamente, su interés por la salsa lo llevó a ser el biógrafo de Willie Rosario, su tercera obra literaria titulada Willie Rosario, el Rey del Ritmo. Su primera publicación literaria fue Ray Barretto, Fuerza Gigante y la segunda Frankie Ruiz, Volver a nacer (en coautoría con Félix Fojo).
La pasión por la salsa, pero primero la pasión por la radio
Robert relata que aquel primer encuentro con la salsa fue inexplicable. Sucedió cuando era niño por vía de la familia Martínez, unos caleños que se mudaron a vivir al cruzar la calle del hogar Téllez Moreno, localizado en un barrio popular. A mediados de la década de 1980, los Martínez vinieron a vivir a aquel vecindario que no los aceptaba por bulliciosos, porque la Bogotá de aquella época era bien conservadora. Bogotá era de los bogotanos, y quienes llegaban de otras partes del país eran minoría. La madre de Robert iba más allá y decía que los Martínez eran marihuaneros, no porque los viera fumando marihuana sino porque a ella le parecía que era demasiado alboroto para el momento de tranquilidad que se vivía en el barrio antes de la llegada de los caleños. Téllez añade: «me impactó que desde que llegaron hacían fiestas todos los fines de semana; jueves, viernes y sábado. Había música toda la noche y amanecían allí. En realidad, eran fiestas familiares.».
«Tíos, sobrinos, primos y hermanos compartían allí ese gusto por la música. Lo único que se escuchaba era salsa en un momento en el que la salsa no era lo que prevalecía en Bogotá. Ese sonido me atrajo. Ahí yo identifico que fue donde comenzó mi pasión por esta música. Claro que primero llegó una pasión mayor, que era la pasión por la radio. Las conecté bien temprano en la infancia. Me atraía lo que escuchaba. Sin embargo, mis hermanos escuchaban música americana anglo. Ellos oían otro tipo de sonidos. El break dance estaba entrando, la música americana nos estaba invadiendo. Las baladas eran lo que le gustaba a mi hermana; el romanticismo de Juan Gabriel, de Camilo Sesto y todo ese tipo de música. El vallenato también se escuchaba mucho, pero a mí lo único que me impactó fue la salsa. Como mi amor por la salsa nació sin explicación, pero llegó, yo románticamente digo que la salsa tocó a la ventana de mi habitación, y me enamoró. Es que la habitación de la sala donde se hacían esas fiestas daba frente a la ventana de mi habitación.»
Un programador en potencia
Con apenas 7 años, Robert comenzó a entender el funcionamiento de la radio como medio de comunicación y de entretenimiento de manera intuitiva. Recuerda como desde que tiene memoria, imitaba a los locutores del momento, sabía que había que decir la hora; manteniendo consciencia de la hora con relación a las canciones en el orden de la programación radial. A veces razonaba y concluía: «esa canción sonó hace un rato y así trataba de entender todo lo que pasaba en la radio». Sin embargo, esa estación no sonaba salsa; ponía baladas, vallenatos, música americana, y otros géneros. Claro que, dentro del entorno musical disponible, desde niño comenzó a entender el estilo de todo ese mundo de la radio y allí trazaba una línea de programación. Más adelante, cuando llegaron los Martínez al vecindario, Robert logró conectar la radio con la salsa. Sin embargo, cuenta: «no tenía ni un disco en mi casa para poder tener una referencia. La llegada de los nuevos vecinos coincidió con la llegada de una emisora de la cadena Caracol en FM que se llamaba Bienvenida Estéreo, el director era Rodrigo Salazar. Hoy entiendo que Salazar empezó a programar salsa en una ciudad que no era salsera. Pero él venía de Cali e intentó programar la primera estación de salsa de Bogotá, en FM».
Con apenas 8 años, ya el precoz programador había ganado un concurso radial que consistía en ir a la emisora que auspiciaba el certamen y hacer locución, presentar canciones y que los oyentes seleccionaran al ganador. Robert no recuerda que canción presentó, pero sí recuerda que se sabía el eslogan de la emisora, dijo la hora dijo su nombre y dio pasó a comerciales. Con el recuerdo vivo en la memoria, Robert añade: «Gané por la seguridad que tenía. Los otros niños eran tímidos. Muchos se quedaron en silencio al aire».
A pesar de su corta edad, con disciplina y precisión él permanecía ensimismado junto a la radio escuchándola como si fuera una actividad obligatoria. Se sabía toda la programación, hacía planillas de programación y comenzó a entender como rotaban las canciones y a memorizar las canciones que sonaban por la mañana y que más adelante sonaban a mediodía y luego en la noche.
Empecé a entender todo y a comparar diferentes emisoras. Ya con el pensamiento crítico pulido en la predicción de temas musicales dentro de la línea de programación, comenzó a participar en las competencias radiales en las que semanalmente regalaban discos y, «como eso era lo que yo quería, tener discos pues entonces ahí me volví bastante cansón». Continúa su relato, declarando: «yo creo que ya me conocían allá y yo siempre adivinaba cuál era la canción número uno de la semana. Como yo tenía los listados de programación, para mí era fácil». De esa manera, se ganó su primer disco: Salsa Fever, (1988, Gunda Merced y su Salsa Fever). Pero, no tenía donde escucharlo. Lo colocaba en la habitación, lo miraba y leía que el disco traía el tema ‘La familia’. Fue a casa de un amigo a escucharlo. Luego de oirlo varias veces, regresó a la casa y volvió a guardarlo. Más adelante, ese LP le dio entrada a la casa de los Martínez, y lo consagró como el DJ de las fiestas familiares; al principio programando lo que le decían para que la gente bailara. Sobre esa entrada, Robert añade: «Ya después yo aprendí y ya hacía mi programación de acuerdo con lo que les gustaba a ellos.» Más adelante, esa experiencia lo llevó a tocar música en fiestas juveniles de la época a las que le llamaban “minitecas” y a ganarse su dinero programando.
Con apenas 14 años, fue a su primer concierto, a ver al Grupo Niche, durante el tiempo en que Tito Gómez era parte del frente. Fue también en esos días en los que además de ser el DJ de los Martínez ya había convencido a la asociación de padres de familia del colegio público donde estudiaba que tocaba crear una emisora de radio escolar. Primero le dieron permiso de animar los descansos que eran de media hora. Él utilizaba la grabadora del colegio y la colocaba frente a los micrófonos, que eran los mismos que servían para las actividades protocolares. Desde allí, Robert daba la hora y anunciaba las canciones. Más adelante, surgió un servicio de mensajería con el que se garantizaba la permanencia de sus funciones radiales en el plantel.
Cuando terminó la secundaria se fue a prestar servicio militar obligatorio al ejército de Colombia. Ahí ya tenía definido que quería estudiar Comunicación Social y Periodismo, pero hubo que ir al ejército primero. Ir al ejército no fue su peor inconveniente; el impedimento real era la falta de dinero para pagar una carrera.
Antes de presentarse al ejército lo vendió todo, hasta los discos. Después se arrepintió, aunque el dinero le vino bien para sobrevivir en el ejército desde 1992 hasta 1993. Cumplió su servicio días después de la muerte de Pablo Escobar. Estando en el ejército, no dejó de escuchar radio, ni dejó de escuchar salsa. Para tener acceso a la radio, era el designado de llevar y mantener el radio de comunicaciones además de elaborar los informes de los sargentos. Con tal de tener acceso a la radio, con gusto cargaba el fusil y todas las municiones además de llevar el radio de comunicaciones sobre la espalda, Como premio, le era permitido un radio transistor para escuchar la radio comercial. Esa onda radial lo acompañó en el ejército y por ahí se enteró del fallecimiento de Héctor Lavoe, el 29 de junio de 1993.
Eventualmente, en enero de 1994 entró a estudiar al Colegio Superior de Telecomunicaciones en Bogotá, siendo además empleado a tiempo completo en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Por otro lado, viernes y sábado, después de su turno en la biblioteca iba a programar música en El Canelazo hasta las 3:00 a.m.
Una vez titulado del Colegio Superior de Telecomunicaciones, el recién graduado entró en decepción al no poder entrar a los medios de comunicación por no contar con un referido. Más adelante un cliente de la tienda de moda para caballeros que Robert gerenciaba, más por necesidad que por gusto a la labor, lo recomendó con doña Gilma Camelo de Tobón, quien le dio la primera oportunidad en la radio. Sobre ello, el periodista cuenta: «ella me dio la oportunidad de entrar a la radio sin yo tener nombre, sin ser nadie, sin haber tenido experiencia de trabajo en cabina». Así se dio la entrada de Téllez esa primera de tres veces a Radio Capital, en 1999. En su mi primer programa al aire, conducido por Henry Segura, Téllez se encargó de la programación y de la lectura de noticias. En su segundo contrato, en 2001, programaba la emisora, pero esta era de boleros. Eventualmente, Robert se encargó de la estación convirtiéndola en una emisora 100% de salsa, 24 horas.
Ya con la madurez del que puede escoger sus funciones, Robert se ha dedicado a entrevistar salseros. «Eso me empezó a gustar más que la misma programación y eso que dicen que lo que mejor me sale es la programación musical, pero entrevistando es donde me parece que más sumo a la salsa y a los medios de comunicación (…) porque soy original, porque tengo ya un método que me sale bien. Hay quien quiere que comparta las entrevistas para plagiarlas», asevera quien recuerda haberse estrenado como entrevistador con Ismael Miranda en 1998.
En el campo editorial, Téllez fue fundador y director de la Revista Sonfonía. Sonfonía fue primero un portal que se manejaba como una revista virtual y luego pasó al papel, a lo que Robert añade: «Fue un fracaso económico, pero lo hicimos».
De ahí fue a la Superestación Salsa que es una marca importante dentro de la radio juvenil colombiana y que marcó un hito en los años 80. Bajo la marca, se creó Superestación rock, Superestación balada, súper estación pop y súper estación vallenata. Dentro de ese conglomerado, Robert llegó para ser el fundador de Superestación Salsa bajo el sistema de radios online, como director de ese concepto salsero.
En 2012, aceptó ser manejador del cantante Miles Peña, y lo representó con éxito por espacio de un año. Sin embargo, en 2013, al aceptar un contrato con Radio Nacional de Colombia, tuvo que terminar su acuerdo de representación con Miles. Claro que, todavía los une una gran amistad que sobrevivió más allá de aquel acuerdo de representación artística. Y en cuanto a su huella en Radio Nacional de Colombia, durante nueve años estuvo dirigiendo y conduciendo el espacio semanal conocido como Conversando la salsa con Robert Téllez. En ese espacio, en el que se publicaron más de 400 entrevistas inéditas, se dieron a conocer cientos de personajes clave dentro de la memoria musical salsera. Allí en Radio Nacional de Colombia también mantuvo un podcast, titulado Cronología de la salsa además de La salsoteca, contenido digital producido específicamente para interactuar con los seguidores de la salsa durante la pandemia del COVID-19.
Hoy día es asesor de una emisora cristiana, Ambiente Estéreo, de la que fue director hace unos años. Antes de dirigirla, mantuvo un programa que tituló Salsa de verdad. En ese espacio, en el que se escuchaba salsa dura, se programaban incluso artistas no cristianos que han grabado temas con mensaje bíblico.
Según Téllez, su mayor logro profesional ha sido escribir la biografía del salsero más longevo que permanece activo interpretando su instrumento y dirigiendo la orquesta de salsa más antigua en la escena salsera. Además, a raíz de esa obra logró una relación estrecha con el Doctor Willie Rosario, añadiendo: «eso no tiene comparación». Robert es bienvenido en el hogar de Willie, y con frecuencia comparte llamadas telefónicas en las que tiene libertad de hablar sobre cualquier tema, incluyendo política y religión. Esos son privilegios que recibe con humildad y que insiste se han dado por la publicación de la obra literaria. En cuanto a este logro, Téllez nos comparte: «Tener el privilegio de ser el biógrafo del maestro Willie Rosario representa el pináculo más destacado en mi oficio como investigador y periodista. Es un honor que trasciende a una experiencia profundamente gratificante y enriquecedora. La oportunidad de adentrarme en la vida y obra de una figura tan emblemática en el mundo de la música latina como lo es el maestro Rosario ha sido un viaje fascinante, lleno de descubrimientos y aprendizajes invaluables». Recientemente, Robert fue invitado por el Senado de Puerto Rico, como orador principal en el homenaje a Willie Rosario con motivo de su centenario.
Los conocimientos musicales de Robert Téllez M. han sido solicitados y publicados en medios destacados como la Revista Nómadas, – una publicación científica, con enfoque interdisciplinario y carácter monográfico. – de la Universidad Central de Colombia. También ha colaborado con Latin Beat Magazine, Agencia EFE, Revista Semana, Caracol Televisión, Diario El País de Cali, El Heraldo de Barranquilla, Periódico El Tiempo y Diario El Espectador, entre otros.
A tiempo completo y a tiempo extra -porque sus días son de aproximadamente 12 horas laborando en pro de la documentación responsable de la salsa- es un depositario de historias, que van nutriendo lo que él muy bien ha llamado la memoria de la salsa. Actualmente, se encuentra construyendo un proyecto abarcador y según comenta: «yo creo que eso se va a publicar, pero eso lo divulgaremos en su momento».
La segunda edición de Willie Rosario, El Rey del ritmo es la segunda obra que el autor Robert Téllez M lanza en colaboración con Be more. La primera lo fue la traducción de Ray Barretto, Fuerza Gigante (Unos y Otros Editores, 2016) bajo el título: Ray Barretto, Giant Force (Be more, 2021), que ganó medalla de plata como mejor traducción de español a inglés en la colación número 23 de los International Latino Book Awards.
Para mí como líder editorial, la publicación de esta obra es de suma importancia no solo porque mis raíces al igual que las del maestro Willie Rosario provienen del Centro del Universo, como se le conoce a Coamo, sino también porque soy una apasionada del contexto cultural e histórico en el que se ha desarrollado la salsa como movimiento artístico y sociológico. Para mi equipo de trabajo es prioridad difundir la memoria de la salsa con la responsabilidad y la precisión científica con la que se escribe la historia.
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